(Poema visual, fotografía: Víctor Argüelles) |
Una silla, una faz. Un ruiseñor
entabla diálogos monocordes,
pocos escuchan y
sonríes.
Rio por dentro, y las
ventanas
nos dan señales de luz
acaecida en los relojes.
Mi poema silencioso
lleva ríos,
líquidos ramajes de
una eufonía que nos contiene.
Mi río por dentro se
llama Poema.
Y es tu primer día,
y mi tercer rodar
desde un límite incandescente
donde mi aguja se
amanece sola.
Al tercer día se hizo
el canto del poeta.
Al tercer día nos encaramos:
Tú, península,
yo estuario.
Y apareciste preguntón
“¿Estoy en el lugar
adecuado?”, “¿es aquí…?”
Dije sí, y para ese
tiempo no sabía…
nada sospechaba al borde
de una flama en el centro.
Era yo, apacible con
mi solapa y el lomo llagado de mi libro,
y mis diez céntimos
para el regreso.
Y eras tú, venidero
del sonido donde mueres
con tanta paz aferrada
a tu frente
a tu sien marcada de
atavismos,
y aún no era nadie
y tú, nadie, y aquél, nadie.
Y todos nos mirábamos
y nadie interrumpía al
rubio ruiseñor con su diálogo vacío.
Ahora…, hace un año, y
eres del "ahí", de ese "ahí"
que no se muere nunca,
ese lugar donde
llegamos a curtirnos de rapsodias
y no sabía para entonces
de la entidad secreta que rige a los poemas:
un yo, un tú… un yo poeta.
Y no sabía la rima interna que habría de llevar tu nombre,
torrente sanguíneo
arremolinando su cauce en el costado;
y no sabía…, y no
sabías…
Ahora estos pétalos
caen
y alguien escribe a
medianoche, y escucha
famélicos destellos de un jazz
pausado con timbales,
marisma de voces en botellas aguamarinas
y marimbas en
suspenso.
No sabía para ese
entonces lo que alcanzarías a ser
en páginas blancas del
monitor:
ritmo y más ritmo, vacío,
y blanco silencio.
Y no eres..., y no estás.
y eres: año en su giro
cerrado,
recordatorio que fui yo, el primero
en toparse con mares deletreados de tu arribo.
Me pregunto si alguien
te vio desempacando tu orfandad,
tus libros y canción norteña,
me pregunto si fui yo,
que se topó con la ondulación
de tu paso en una
esquina, antes, mucho antes
de tu aparición en la
factoría para labrar palabras.
Y ahora eres: año
crecido en el centro que me perfora las emociones;
revoltijo de papeles y un incendio,
un año,
una escalera interminable,
una escalera interminable,
un paso sin detenerse,
un río prolongado,
un brazo,
una península de sal.
Y eres…
Amor que no me nombra,
que aparece un día en otro territorio
porque eres de ella y de allá
de esa paz longeva del nacimiento
porque eres de ella y de allá:
Amor que no me nombras.
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