Removerse es buscarse abajo,
no en pliegues de corteza artificial
sino por vísceras constreñidas
al dolor interno.
La piel tiene la cualidad
de ser la noche más blanda,
áspera a los dedos que surcan llagas,
territorios de piel desnuda, abandonada.
En su vacío se prolonga y se repite
por cada aire que se desteje del espacio,
mil silencios buscan la punta del sonido,
señales que se encajen a las nubes.
Rebaño de sonidos dispersos son:
origen, punto, inicial de muerte…
Mi impaciencia crece lento de saberte lejos,
a grandes distancias del oído
obediente a dictados de tu lengua extraña.
La piel que escondes
se aproxima al punto donde el polvo es olvido,
recuerdo de una llama trenzada
a grises humos de espera en el patio.
El venir hasta ti me hace ser:
ola bañada por lo imposible,
punto suspendido en la horma del viento,
cáscara de amargas conjeturas,
nido y oquedad.
Publicado en revista Nocturnario, 13 de diciembre de 2014.
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