La primera palabra será la piedra cayendo,
un golpe al filo de oprimir la marca,
un sello eterno de tinta, de agua,
segundo
a segundo
cayendo.
He bajado, y con ello:
cadáveres han descendido en la lluvia.
La imagen matrona se unta las nubes en las sienes rotas
dispuesta a frotar un pesar,
de no sé qué sonados siglos.
No conozo ya el transitar de una hora,
la impaciencia me conecta a un artificio,
me abre a un círculo de sombras periféricas.
Del salitre soy enemigo. Una chispa
de granos salobres resquebrajan la espalda
y deshacen el rastro de serpiente en el silencio.
La primera palabra es la piedra cayendo
un golpe al filo de la marca, un sello eterno de tinta,
segundo a segundo cayendo.
He bajado, y con ello una escalera deshace mis pasos,
los convierte en registro invisible
de una pincelada futurista.
Algo andará por los pasillos de la casa vieja.
En la orfandad mis marcas buscan su destino,
algo que deshaga los nudos de un hilo corrosivo.
En la frente se reproducen sombras
y una letras se van de hocico hacia el papel,
muertas al saberse congeladas.
La primera palabra
es una piedra cayendo.
Un golpe al filo de oprimir la marca
un sello eterno de tinta,
de agua,
gota a gota,
segundo a segundo
cayendo.
(De El sello de la tinta, 2022, Editorial Catorce, Veracruz, Ver. pp. 11-13)
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