lunes, 22 de julio de 2013

BALSAS

BALSAS

No llueve…, nadie escucha un latido que tiembla
desprendido de una raíz profunda
Nadie escucha un estertor de voces, una oración filtrada
como agua desgajando a la roca
Abajo está suplantada la memoria
abajo los huesos tiritan
El núcleo que predice el fin es una llama
una coraza partida; el fuego del principio
es el retorno hacia el fin
Escrito en el aire, un balbucir disperso fue más un remolino
que una coraza cubierta de polvo
Coraza en las tinieblas del aire, no emite un rugir
que llene a la boca de asideros para un canto
en el día que habrá cicatrizado desde dentro
Algo nombro apenas con una arista del silencio
algo me asegura que mis rotas palabras
no penderán del hilo eterno
Me abriré a la consistencia de lo perdido
del humo negro que desprende la ceniza
Atravesada estará la respuesta, lejos de bañar con la luz
la espalda de los astros,
lejos de sacudir los polvos encapsulados
que no fueron rocío en la mañana
Lejos de continuar la marcha
inagotable marcha
por la periferia del naufragio
Un temblor me deja fisuras, abandona los indicios del pulso vivo
me sumerge en la más rauda tempestad
las voces que no digo habitan bajo tierra

La balsa abrió los pasos, las enormes alas transparentes
En nombre de la salvación
dejó la orilla y una corona de espuma
extensas redes en el borde de la intemperie

Una balsa…
en el nombre de la tempestad
arrastró hacia la corriente
maleza de movimientos, voces trepadas
unas con otras como un rugir colectivo
como un volcán que se ve a la distancia de su horizonte
con su lava secreta apenas rociando la vista.
Endeble fue el pedazo de madera
esperó anclar la esperanza
en un puerto de luces ciegas.

Poesía para el fin del mundo, Compilación por Estela Mendoza, México, Editorial artesanal Kodama Cartonera, 2012, pp. 47-48.

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