La pintura como herramienta de mi lenguaje
establece una profunda reflexión en torno a la experiencia de ser, de estar, de
tener como pretexto el impulso de transformar la nada en algo: arte, pintura,
imagen, apariencias de una realidad que buscan la precisión de una pincelada o
la justificación por medio de una idea; es así cómo establezco la labor que me
ocupa desde hace años, pues para transformar la materia en pintura es preciso indagar
en el proceso, y muchas veces éste se ve atravesado de un pesar, donde existe
un cierto dolor por lo perdido, por lo añorado, por lo inaprehensible, que
incluso suele ser la imagen misma, percibida ambiguamente lejos o cerca, en
este sentido, el proceso de registro de la imagen se da de múltiples maneras,
siendo algunas veces mis propias imágenes mentales las que dominan las
búsquedas, otras tantas –como recientemente experimento–, imágenes surgidas de
búsquedas ciberespaciales, como cualquier navegante de la era electrónica.
En todo este proceso de
creación existe un caos que me lleva a indagar y responderme sobre el tiempo,
sobre las circunstancias de mi contexto en las que se desarrolla mi persona. El
caos al que me refiero se da en la esfera de la exploración de temas, donde
algunas veces se perciben nulos o carentes de contenidos. Lo que me preocupa verdaderamente
se manifiesta a nivel de abstracción o figuración de tonos rojizos, alarmantes
y anímicamente insistentes en la emanación líquida de los materiales, acaso sea
este sangrar en el proceso, lo que legitime una obra plástica, pues se pinta
con el color de la sangre, con la vida y con la emoción. Pintura y caos me
define en el proceso, aquí es posible ver este desorden de preocupaciones, de
expresiones, unidos por un hilo conductor: la existencia.
Víctor
Argüelles
Ecatepec,
Estado de México, julio de 2017
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