miércoles, 11 de junio de 2014

AL TERCER DÍA

                                                          (Poema visual, fotografía: Víctor Argüelles)

Una silla, una faz. Un ruiseñor
entabla diálogos monocordes,
pocos escuchan y sonríes.
Rio por dentro, y las ventanas
nos dan señales de luz acaecida en los relojes.
Mi poema silencioso lleva ríos,
líquidos ramajes de una eufonía que nos contiene.
Mi río por dentro se llama Poema.
Y es tu primer día,
y mi tercer rodar desde un límite incandescente
donde mi aguja se amanece sola.
Al tercer día se hizo el canto del poeta.
Al tercer día nos encaramos:     
Tú, península,
yo estuario.            
Y apareciste preguntón
“¿Estoy en el lugar adecuado?”, “¿es aquí…?”
Dije sí, y para ese tiempo no sabía…
nada sospechaba al borde de una flama en el centro.
Era yo, apacible con mi solapa y el lomo llagado de mi libro,
y mis diez céntimos para el regreso.
Y eras tú, venidero del sonido donde mueres
con tanta paz aferrada a tu frente
a tu sien marcada de atavismos,
y aún no era nadie
y tú, nadie, y aquél, nadie.
Y todos nos mirábamos
y nadie interrumpía al rubio ruiseñor con su diálogo vacío.
Ahora…, hace un año, y eres del "ahí", de ese "ahí"
que no se muere nunca,
ese lugar donde llegamos a curtirnos de rapsodias
y no sabía para entonces
de la entidad secreta que rige a los poemas:
un yo, un tú… un yo poeta.
Y no sabía la rima interna que habría de llevar tu nombre,  
torrente sanguíneo arremolinando su cauce en el costado;
y no sabía…, y no sabías…
Ahora estos pétalos caen
y alguien escribe a medianoche, y escucha
famélicos destellos de un  jazz pausado con timbales,
marisma de voces en botellas aguamarinas
y marimbas en suspenso.
No sabía para ese entonces lo que alcanzarías a ser
en páginas blancas del monitor:
ritmo y más ritmo, vacío, y blanco silencio.
Y no eres..., y no estás.
y eres: año en su giro cerrado,
recordatorio que fui yo, el primero
en toparse con mares deletreados de tu arribo.
Me pregunto si alguien te vio desempacando tu orfandad,
tus libros y canción norteña,
me pregunto si fui yo, que se topó con la ondulación
de tu paso en una esquina, antes, mucho antes
de tu aparición en la factoría para labrar palabras.
Y ahora eres: año crecido en el centro que me perfora las emociones;
revoltijo de papeles y un incendio,
un año, 
una escalera interminable,
un paso sin detenerse,
un río prolongado,
un brazo,
una península de sal.
Y eres…
Amor que no me nombra,
que aparece un día en otro territorio
porque eres de ella y de allá
de esa paz longeva del nacimiento
porque eres de ella y de allá:
Amor que no me nombras.

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