martes, 7 de abril de 2009

Vengo y voy partiendo el eco

I
Con esta sed que mastica piedras

el río interno me señala, me hunde a mil niveles

de una espesa superficie

inventario reciente de los ojos


instala un medio mar en las concavidades de mis luces,

la esquina y la avenida se hacen de pisadas ciegas, donde muero una vez más

y me levanto.


II

Practico el aire con alas que reparan su destino, de orilla a puerto

dejo la consistencia de un rota membrana, roto por el color

deslizo agua eterna a la sed que me devora dentro, días, noches

en el resquicio de la puerta,

no saben del remar con un espectro a cuestas.


III

El polvo se hace de cristales molidos, cerca, van ajándome la vista

que todo lo percibe y nada entiende, tengo

una cortina nublada que me impide, descifrar los signos de la noche

escuchar del otro lado, voces que piden una barca

para llegar a la orillas.


IV

De uno es el nado, tranportarse fríamente

a brazadas que cortan distancias y acerca a l mullido césped

de una tierra esperando. Mío es el silencio arácnido

reptando en mis aires me suspende, con el falso indicio

que se calla a mitad de una palabra, muda y parda


nada es palabra si no pisa las fibras internas del poema,

de la boca hacia dentro

desde dentro hacia afuera


palabra no es nada si no enarbola sus ecos por el aire

a fuerza de engullirse por un océano que transparenta larvas

diminutos paisajes y organismos que marchan en euritmia suave y lenta


palabra es todo si viene del filo más hiriente de la noche próxima

si viene sin nombre, sin alas terrestres de pájaros vacíos.


V

Vengo con una soledad que va rompiéndome las olas

rompiendo los cristales, por cada ola que se hace al vuelo de las aguas,

crepitar del viento, donde el mísero sonido se raja en ecos,


como el destino de la naranja,

partida en su jugo exacto para dar sabor a la memoria


sin oídos voy, vengo, repito el nombre con los dientes afilados,

mandíbula de tiburón que ahora cuelga de adorno en mi pared.


Vengo con lápices de cal a trazarme la inconclusa edad, sin sales

y aguas marinas que me inventen, vengo con la sed más ahogada,

con el nervio encallecido, la piel de sed se retuerce y se desgaja,

llegándome a los puntos blandos, suspendidos,


donde toda ebullición sangra de palabras, partiendo un eco de ladridos.


Mío es el rumor, mío.

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