jueves, 12 de febrero de 2009

Tarearás

Ilustración: Víctor Argüelles.
1
La noche en su límite de aguja es el afuera del mundo, sueña por cada ventana sin luz, por cada cable que pende de orilla a orilla. El día creció, maduró y estalló en las acciones cotidianas; la tarea siguiente será no dormirnos mientras pase sigiloso por el aire.
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Despierto en el humo, en los añicos de un sueño que gira su forma inconclusa hacia mí, reconstruyo las hélices, los brazos de un avión que estalló en nuestras cabezas, reconstruyo la rota frase de mi primera acción, en el primer rugido intestinal, rrrrrrrrrrrruuuuuuuuugir de voces, secretos que eliminan aires clandestinos.
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El día tiene la edad que tuve alguna vez, el día sueña a no ser devorado por la noche, el día aún no rompe su eco, el día pide tiempo, sorbos de café, una laguna para limpiarse las lagañas, un túnel donde deshacerse del deshecho. Me conduzco solo, reincorporo letras en desorden, casi cabellos en la almohada. Inicio... Doy giros, golpeo señas trazadas del desvelo. En el centro: el triciclo de Frida se reserva un viaje por el ancho patio imaginado. Escuchas, escuchamos. Hablas. Somos tres dando espacio al desayuno.

En la mesa el agua nos sostiene, la sal cumple la función de ser al paladar, pequeños brazos de un mar salado en la memoria. Agitas, me agito. En la fase inicial del recorrido el hambre se viste de migajas.

2
Recién concluida, la mesa circular se vuelve una isla, algunas estatuas se erigen desde el centro hasta el borde, de madera, o plástico, no sé… El día tiene el color de un intermedio, de una planta devorada por el sol que revienta por la espalda su castillo de sombra. El día cruza de ventana a ventana, dejando su residuo temporal, calor, frío, sudor marcando segundos y minutos. La tarea de ahora es recoger la prisa a toda velocidad, aspirar el polvo de la alfombra, recolectar señales y vaciar la casa de presagios gestados a altas horas de la noche; ya después bajar escaleras, abrir y cerrrrrrrrrrrrrrar, y subirse. El trayecto es una ciudad en pedazos, reliquias humanas que penden y se elevan por las calles. Ciudad fragmentada en el ojo, ciudad, simple, secamente ciudad.

3
Adentro vamos, en un trayecto que tiene del punto su nacimiento, mirando cristales rayados, nombres sin dueño. Hemos salido de las cuevas de nosotros mismos, allá dejamos una constelación sellada en la pared, nuestra identidad no pasa de la puerta, se esconde entre cerrojos oscuros. La tarea de hoy es estamparnos en papel.

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