Por
Ángel José Fernández*
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Ambos lados de la dualidad, 1999. |
La obra de Víctor Argüelles Ángeles ofrece síntomas de impresionante madurez aparte de ser espléndido dibujante que
comparte además con la inquietud específica de ser pintor: que utiliza técnicas
de expresión mixtas: ocupa diversos materiales, realiza su trabajo en varios
planos; trabaja incluso en el reverso de la superficie pintada: impone bases,
construye texturas, fabrica hoyos, elabora artefactos en planos superpuestos y
cose: realiza costuras, ata, pespuntea, une a sus universos de significación:
sus obras están así, “cosidas” a la realidad como elemento unitivo.
En la obras de
Argüelles se impone por lo demás, una prevalencia original,
dominante: intervienen –en el irrepetible acto de la creación– elementos de
simetría enfrentados a otros asimétricos; este duelo asimetría-simetría parte
en principio de un interés que en su caso es un tema: trabaja sus artefactos
como verdaderos organismos: por dentro y por fuera, por atrás y por adelante a
la manera de un espejo múltiple y complejo.
Un tema caro a
Argüelles ha sido, indudablemente, el de la Dualidad: genera,
construye dípticos, sean verticales, sean horizontales. Esta dualidad también
se observa en la misma fabricación de los objetos plásticos, donde, en
ocasiones intervienen agentes externos a la propia pieza en elaboración: Los
lugares ocultos.
Otro
tema que ha experimentado Argüelles ha sido el de transgresión corporal,
donde angustia, miedo, dolor, infinitos temores, se multiplican, aun dentro de su propio
aislamiento: sus criaturas, cuando aparecen, brotan con un miedo terrible,
envueltos en la tela de la soledad, donde la costura es una costura material,
externa, visible, de aguja e hilo, donde hilo y aguja unen a todos los
elementos en el cuadro. Aparece y reaparece la costura en sus trabajos, ha sido
una constante hasta ahora; y esta costura no cumple sino la función de atar, de
unir, de conjuntar la imposibilidad: lo imposible.
Los
temas de la dualidad y la transgresión se unen en una única constante del
pintor: la inclinación casi siempre por trabajar sobre texturas de gran
formato, en las que mezcla materiales como la madera y el papel. Sobre, dentro
y fuera de estas grandes superficies habitan “hoyos” –siempre oscuros- que, con
su angustia vital, surgen siempre cargados de misterios; “hoyos”, ya sea
“hechos” –como el pintor nos dice-, ya sea dibujados. Y frente a esta dualidad,
aparte de que los “hoyos” han de ser tercamente negros, aparece en las obras el
trabajo del color, que lo ha ido utilizando en forma gradual, partiendo de la
escala: del rojo ha ido al azul; del azul al amarillo; pero el color amarillo
sólo en sus tonos cálidos, que van de los naranjas a los sepias, del esplendor,
otra vez, hacia las nebulosas de lo oscuro. Destaco finalmente, otro elemento
comparativo por sus contemporáneos: la inclinación, en el lienzo, de textos, de
texturas escritas, a manera de avisos, como ensamble, como idea complementaria o,
casi siempre, como un elemento más del complejo artefacto plástico, donde
dibujo, idea, estilo y texto construyen un amasijo complejo: la obra de arte.
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Pespunte del primer autorretrato, 2000. |
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Pespunte para decir el subterfugio, 1999. |
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Personaje y espiral de fuego, 2000. |
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Parir la nueva raza, 1999. |
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Coraza para cubrir tu polvo, 2001. |
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Conductos lúdicos, 2001. |
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Resurrección o 7 perforaciones para un cuerpo, 1998. |
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* (Xalapa, Ver., 1953). Poeta. Estudió letras en la UIA y la maestría en la UV. Editor y colaborador de la revista La palabra y el hombre (UV).
Texto
publicado en Qadro, Revista de artes
plásticas y literatura, número 1, noviembre de 2002. Universidad Veracruzana. Xalapa, Ver.